lunes, 20 de diciembre de 2010

El Director de Orquesta

A veces me sorprendo de mi hija cuando toca la flauta travesera en las audiciones del Conservatorio de Música. La sorpresa no es sólo por la precisión con que ella toca lo que a mi me resultaría imposible sino, sobretodo, por el resultado final que escucho.

Y es que ese resultado final suele ser mejor que el que he escuchado en casa cuando ella practica. Siempre me he preguntado el porqué de ello, cuando se supone que está más nerviosa debido al público que tiene delante. Y es que ese resultado final no sólo depende de lo que el profesor le ha enseñado desde un punto de vista técnico y de sus horas de ensayos, sino también de un aspecto que los que estamos escuchando no solemos apreciar a no ser que uno reflexione, esto es: la obediencia.

Me explico; no es que en casa sea desobediente, lo que pasa es que no se siente tan obligada a seguir unas normas que son básicas para que todo le salga bien y claro cuando no las cumple es cuando el resultado es dudoso. Sin embargo en el Conservatorio ella no toca sola, toca acompañada al piano, por lo tanto no puede hacer lo que le dé la gana. Incluso aunque interpretara alguna composición ella sola, debería obedecer.

¿A quién?... a su profesor que en algún sentido hace de director de orquesta y a la partitura.

Esto resulta todavía más evidente cuando algunos jueves vamos al Palacio Euskalduna a escuchar algún concierto. Allí hay muchísimos más instrumentos que un piano y una flauta y por lo tanto sería un desastre si la orquesta quisiera deshacerse del director, pues no sabrían cuándo entrar y en qué tiempo tocar; pero sería aun peor si también rompieran las partituras.

Eso es lo que los humanos hemos hecho. Dios es el compositor, el Creador de este mundo. Él ha dado instrucciones acerca de cómo debemos vivir y la partitura que quiere que toquemos, pero las hemos ignorado. Más bien, lo que hemos hecho es tocar nuestras propias notas a nuestro propio ritmo, lo hemos despreciado y hemos roto su partitura. No es difícil entender que no haya armonía en el mundo. ¿Cómo la puede haber, si cada uno insiste en tocar su propia melodía? El resultado es una terrible mezcla de sonidos, una especie de cacofonía musical. Necesitamos desesperadamente un director si vamos comenzar a tocar las notas correctas otra vez; de lo contrario no habrá esperanza para el mundo.

Jesús es el Compositor y Director. Él ha venido a restaurar el orden. Él quiere cambiar la horrible discordia de nuestras vidas y nuestro mundo en una hermosa música, para la que fuimos diseñados para tocar: una sinfonía de alabanza al Creador, para Su gloria. Él mismo con su vida ejecutó una alabanza de perfecta sumisión a Dios Padre. Por su muerte en la cruz hizo posible que retornemos a la orquesta de Dios. Después, por su resurrección, fue establecido como el director eterno. Si lo hacemos Señor, podremos volver a nuestro origen y así encontrar nuestro lugar en el mundo, el lugar que Dios pensó para nosotros. Entonces nuestras vidas tendrán sentido y comenzaremos a producir música hermosa, dándole alabanza a Dios.

Pero es necesario ser muy humildes para admitir que en este momento todavía producimos muchas notas discordantes.

El Director ha venido, aún así lo hemos desobedecido y muchos se niegan a reconocerlo.


Si mi hija desobedeciera a su profesor y entrara cuando quisiera sin tener en cuenta al piano y además tocara las notas que se le ocurrieran el resultado sería catastrófico... y si luego, además, yo le echara la culpa al profesor (director), ¿tú qué pensarías de mí?

(Tony)
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