sábado, 8 de mayo de 2010

¿Murió por mí?


¿Murió por mí?
Contemplando una niña desde las rodillas de su padre, un libro de imágenes, una lámina representando la Crucifixión.
-¿Murió por ti, papá? -preguntó. Sí, hijita.
-¿Por mamá, también? -También.
-¿Murió por mí? -También murió por ti, hija mía
La niña se apresuró a descender al suelo, se arrodilló y oró: Gracias, Señor Jesús, porque moriste por mí... Y perdóname que haya tardado tanto tiempo en darte las gracias.
Hermosa lección que deberían aprender muchos mayores...
Hola, me llamo David y tengo 15 años. Hace no mucho encontré esta pequeña anécdota en Internet, y me gustaría explicaros mi punto de vista y lo que significa para mí.
Para mí lo que hay que aprender es que para ver a Jesús tenemos que tener el corazón abierto; porque hay muchos adultos, que se creen los más sabios, que nunca van a ver a Jesús por su dureza de corazón.
En el fondo, pienso que todos (o mucha gente) sabemos que Jesús está ahí pero a muchos no les conviene seguirle porque esto les tendría que producir un cambio en su vida y muchas cosas de las que hacen las tendrían que dejar.
Un buen ejemplo es lo que pasó con los fariseos. Los fariseos se sabían la palabra de cabo a rabo, pero cuando tuvieron a Jesús delante no le vieron como al Mesías (por su orgullo). Sin embargo, esta niña sin saber nada de la Palabra le vio a la primera (por su humildad).
Dios nos juzgará por nuestro corazón. ¿Pero cómo podemos saber cómo es el corazón de cada persona? Los fariseos tenían el corazón duro porque ni siquiera le preguntaron con intención de aprender sino con ánimo de pillarle, es decir, no estaban dispuestos a escuchar y por lo tanto no tenían la intención de cambiar; sin embargo, esta niña preguntó y le vio.
Me gustaría que todos lo que leáis esto preguntarais al Señor: ¿Qué tengo que cambiar? y ¿Estoy dispuesto a cambiar?
Que Dios os bendiga. 

David.
 

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